Los problemas no pueden verse como “cosas malas”. Son evidencia inequívoca de que estamos ante la oportunidad de mejorar procesos, eliminar desperdicios, innovar y entregar más valor.
Pasaron fiestas, días festivos y Carnaval. 2024 ya empezó hace un tiempo, pero tiende a ponerse más caluroso, a partir de ahora, en el mundo empresarial. Entonces, si aún no has definido prioridades y caminos, ahora es el momento.
Para aquellos que todavía están, digamos, un poco perdidos sobre cuál será el tema del año, en la empresa o en su vida profesional, aquí una sugerencia: ¿qué tal si centras tus esfuerzos en mejorar tu capacidad de resolución de problemas?
Esta es una habilidad muy valiosa para individuos, empresas y naciones. Los problemas nos acosan todo el tiempo y en todas partes. Dentro y fuera de las empresas, las cosas no necesariamente suceden según lo esperado o planificado. Dependiendo de nuestra forma de reaccionar ante la “desviación” (problema), podemos “corregir la ruta” (solucionar el problema) o “volcar el vehículo” (potenciar efectos o incluso crear nuevos problemas).
Por lo general, en el mundo de las organizaciones existen prácticas bastante superficiales relacionadas con la forma en que se exponen, interpretan y resuelven los problemas. Lo que realmente significa resolver problemas está muy lejos de lo que podría (o debería) suceder.
Lo primero que debemos mejorar en la práctica de la resolución de problemas es nuestra capacidad para verlos, recortarlos y definirlos. ¿Qué problema estamos tratando de resolver? Esta pregunta exige respuestas claras. De lo contrario, la confusión, el ruido y el despilfarro siempre estarán presentes.
Los problemas no pueden verse como “cosas malas”. Por lo contrario. La forma lean de pensar y actuar sugiere que la esencia de la gestión es, precisamente, revelar y resolver problemas. La gestión gana fuerza cuando adoptamos esta premisa para guiar la práctica diaria, involucrando a todos los niveles de la organización. Los problemas son evidencia inequívoca de que nos enfrentamos a la oportunidad de mejorar los procesos, eliminar el desperdicio, innovar y ofrecer más valor.
Por lo tanto, mantener una visión meramente “negativa” es el primer paso en el camino hacia no solucionar nada. Es esa tentación tradicional de “meter la tierra debajo de la alfombra”. Ocultar, maquillar, tergiversar… o incluso hacer como si los problemas no existieran, un recurso muy clásico también.
Así, el primer reto para cualquier organización (o individuo) que realmente quiera transformar su forma de gestionar es cuestionar radicalmente la premisa mental que asocia los problemas a cargas emocionales eminentemente negativas, muchas veces asociadas a castigos.
No es fácil transformar estas prácticas y comportamientos. Son formas de pensar, actuar y decidir que a veces quedan cristalizadas en la cabeza de las personas. Ya vienen con ellos, desde su entorno familiar, escolar y social, de forma amplia. Está en la esencia de la cultura de muchas organizaciones, cuyos modelos de gobernanza y gestión incluso premian y refuerzan tales comportamientos.
Por ello, debemos afrontar día a día la mentalidad que asocia los problemas con cosas negativas, que aún hoy predomina en los entornos laborales de la mayoría de las organizaciones. De forma práctica, por ejemplo, dejando claro a las personas, por los distintos medios posibles y en todo momento, que nunca será un problema revelar problemas. Al contrario, la nueva forma de actuar podría ser el inicio de un círculo virtuoso de evolución y crecimiento para todos.
Para que esto se haga realidad, el comportamiento de los líderes será decisivo. Si continuamos enviando señales cotidianas de que los problemas son “cosas malas”, preguntando “¿quién?” en lugar de “¿por qué?”, nunca podremos mejorar concretamente la forma en que abordamos nuestros desafíos.
Este puede ser un primer paso, la base fundamental para sustentar la evolución de métodos y técnicas. Armados con claridad sobre el objeto real de nuestro desafío, podemos concentrarnos en las formas más efectivas de superarlo. Se dice que un problema bien definido es la mitad de la solución. La sabiduría popular recoge perlas.
Vivimos en un mundo cada vez más digital, con una disponibilidad de datos e información sin precedentes, inteligencia artificial para apoyarnos y una serie de otros regalos de la modernidad. Sin embargo, todavía necesitamos desarrollar considerablemente nuestra capacidad para resolver problemas como individuos y colectivamente. En última instancia, es la tecnología humana, la inteligencia social, la que puede llevarnos a nuevos niveles de progreso, dentro y fuera de las empresas.
ACERCA DEL AUTOR.
Flávio Battaglia
Presidente del Lean Institute Brasil
TRANSCRIPCIÓN: Areli Álvarez Lean Construction México®